miércoles, 8 de octubre de 2008

Reseña Tamara Mundaca

Como introducción a la teoría de la acción comunicativa II de Habermas, Parsons interpreta el concepto de sociedad y el del mundo de la vida de la teoría de la acción a partir de una visión más bien sistémica del mismo: los tres temas estructurales importantes que componen al mundo de la vida son la cultura, la personalidad y la sociedad, que vienen a ser así entendidas como subsistemas de un sistema general de acción[1]. A partir de esta idea, es que Habermas propone un concepto del mundo de la vida que se basa en la idea de que este es un componente fundamental de la acción comunicativa, y busca en este texto establecer la diferencia metodológica entre el lado externo y el lado interno de este concepto.
Para entender la diferenciación producida entre la visión interna y la externa, el enfoque debe centrarse en las relaciones que transformarán ambas perspectivas, esto es, las relaciones entre el aumento de la complejidad del sistema y el aumento de la racionalización del mundo de la vida.
La perspectiva interna viene a ser la del participante, miembro activo del mundo de la vida, que solo puede estudiarla a partir de la sociedad, con un sistema institucional establecido en ella. Desde esta perspectiva, la cultura y la personalidad, estructurantes del mundo de la vida para Parsons, no son más que entorno (siguiendo con la idea de un análisis sistémico) para Habermas.
Desde una perspectiva externa, el mundo de la vida se analiza a partir de la estructura que la conforma, siendo estos subsistemas estructurales sólo diferenciaciones en el conjunto general del que se habla. A partir de la metodología, las estructuras también deben ser capaces de desarrollar una teoría de la comunicación que sustente el conocimiento compartido de los sujetos que en el mundo de la vida viven. Esto es comprendido a través de un proceso de evolución social, que se produce cuando el grado de diferenciación en una sociedad (primitiva) es escaso, y todavía se relaciona con los mecanismos de la integración social, luego complejizándose en una sociedad moderna que genera la diferenciación de la que ya se hablaba, surgiendo también espacios de organización formal y relaciones sociales regidas por medios que ya no tienen como característica principal producir identidad.
Como se menciona anteriormente, para Habermas va aparejado a un proceso de complejización del sistema y de racionalización del mundo de la vida, en donde este último viene a ser lo que le da consistencia al sistema social.
Los distintos modelos que los teóricos a lo largo del tiempo han hecho sobre el mundo de la vida, buscan primordialmente una distinción entre las estructuras que la contienen y la conexión que esta tiene para los presupuestos de una acción comunicativa, razón que intenta explicar Habermas al mostrar cómo las imágenes míticas del mundo borran las diferencias categoriales entre el mundo objetivo, mundo social, y mundo subjetivo, y cómo ni siquiera establecen un corte claro entre las interpretaciones del mundo y la realidad.[2]
Es por esto que Habermas reconoce cuatro mecanismos de características sistémicas que se han sucedido evolutivamente para dar paso a nuevos niveles de integración en la sociedad; estos son la diferenciación segmentaria, 2) la estratificación, 3) la organización estatal, y 4) medio de control sistémico, en donde simultáneamente, la racionalidad ha aumentado por la progresiva liberación del potencial comunicativo de la acción.
Mientras los mecanismos sistémicos y los que se preocupan de la integración social estén anclados a estructuras sociales previamente dadas, no podrán diferenciarse, debiéndose producir para ello un desligamiento de las estructuras existentes, lo que significa que la complejidad solo aumenta cuando es introducido un nuevo mecanismo sistémico.
Así también, a partir de las formaciones sociales, no podemos distinguirlas únicamente por su grado de complejidad sistémica.
Estas están definidos por complejos de instituciones, diferenciándose de forma segmentaria en cuatro etapas: 1) Sociedades primitivas igualitarias, 2) Sociedades primitivas jerarquizadas, 3) Sociedades de clases, políticamente estratificadas y 4) sociedades de clase, económicamente instituidas.
Todo lo anterior demuestra la progresiva autonomización a la cual se ven inmersos los componentes atribuidos al mundo de la vida, que son generados por la misma diferenciación metodológica que se hace en primera instancia.
La evolución moral y jurídica de una sociedad también genera una alteración en el proceso de integración de la que son partes las sociedades, ya que altera los valores morales de los cuales se rige cualquier sociedad, generalizándolos. Simultáneamente a ellos, la acción comunicativa se desliga de los valores morales que antes los unía y se demuestra así el desacoplamiento que se produce entre la integración sistémica y el desacoplamiento estructural, que también asume un cambio entre los mecanismos de coordinación de la acción.
El estudio sistemático que plantea Habermas también se traduce a las formas de entendimiento que limitan este concepto de sociedad y las formas de comunicación que en ella (establecida por una evolución social) se producen, siendo primordial la distinción para una comprensión de la teoría de la comunicación que propone.
[1] “Teoría de la acción comunicativa II”, critica de la razón funcionalista, Habermas, año 1999
Pp216.
[2]“Teoría de la acción comunicativa II”, critica de la razón funcionalista, Habermas, año 1999
pp. 224.

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